La conocí una noche llena de rocío, no sé, creo que era azul o tal vez verde, no creo que sea rosado. Ayer la vi entre dientes, estaba sentado observando la luna crepuscular, noctambula, como vestida de blanco entre nubes de neón, era ella, brillante, a veces podrida, como llena de luces obcecantes, incesantes. Destruida tal vez, creo que nostálgica, como dada a sus devaneos, como posando para la foto, carmesí, destrozando, como sollozo ensangrentado, como si algo dentro de ella se desmoronara a gotas, como un niño añejo, desparpajada, semidesnuda, como ella, tan señora pero tan falacia. Ella, solo ella en luces de amarillo, en luces de algarabía, como despidiéndose a ratos de melancolía, en medio de un tren que no llega, que no logra construir. La veré llorar, la veré dormir, como duermo a veces, esperando, la veré morir de soslayo, incandescente, como llora un niño perdido, la veré volver esperando que llegue su trampa, su libertad, su maullido. Este tren que no llega, abarr